En París
en el año 1869
Charles Hermite
soñó que surfeaba.
Sueño inducido dicen
las malas pero sabias lenguas
por el embrujo del chamán que mandaba
sus hechizos desde más allá del tiempo.
Nadie vio nunca su rostro
una superstición del XIX
un avatar del XXI
Lujo Berner
un nombre
un ser.
Imaginen
surcar las olas
al compás de afilados
punteos de The Trashmen
y abrir los ojos en un siglo
en blanco y negro subtitulado.
¡Qué frustración no sentiría nuestro doctor
al tener que retomar aquella aproximación!
Pues su vida no era más que
el negativo de aquel sueño
el silencio tras el riff
la luz de las velas
el daguerrotipo
Despertó
sintió el rencor
y puso fin a la ecuación:
cruzó restando al otro lado
y obviando todo lo aprendido
dividió por cero clamando venganza.
Logró de esta manera alcanzar el infinito
rompiendo el tiempo que cobija al enemigo
y desarrollando la fórmula a través
del tiempo en su curva extensión
dio con él en una playa
del mediterráneo
y con su ábaco
le golpeó.
Así
murió
Lujo Berner
el que nunca fue.
Pero a pesar de no haber sido
caló tan hondo su influencia que llevó
a nuestro prohombre decimonónico a cometer
el mayor (y único) crimen de su triste existencia
aunque nunca fue juzgado en vida:
las huellas quedaron más allá
de su tiempo y de su espacio
y pudo al fin dormir
dejando atrás
el oleaje.