Comenté hace unos día que, salvando
las distancias, probablemente ‘El misterio de la cripta embrujada’ (Eduardo
Mendoza) sea la referencia más directa que tomé para crear ‘Bebop Café’. Es el
primer autor que me llamó la atención y he leído y releído absolutamente todo
lo que ha publicado (‘Sin noticias de Gurb’, en concreto, lo he leído alrededor
de treinta veces), por lo que al decidir escribir una novela que combinara
intriga y humor fue inevitable tener muy presente toda la saga del detective al
que muchos llaman Ceferino, aunque Mendoza jamás le ha puesto nombre. Pero,
además de esa coincidencia de estilo o género, existe otra similitud entre
‘Bebop Café’ y ‘El misterio de la cripta embrujada’, y es que, contrariamente a
lo que vengo diciendo, ‘Bebop Café’ no es mi primera novela. Es la primera que
publico, pero la segunda que escribo.
‘El misterio de la cripta embrujada’
surge como reacción a ‘La verdad sobre el caso Savolta’. Tras culminar su
primera novela Mendoza comenzó ‘La ciudad de los prodigios’, una obra que, sin
ser secuela, era casi una continuación natural de la primera, quizá menos
marcada por el género policíaco, pero en la misma línea documental y dramática,
y de similar extensión. A los pocos días guardó en un cajón el borrador de esta
ciudad de los prodigios y comenzó a escribir la cripta. Lo hizo para reír, casi
como una terapia, y sin guión alguno. El autor era el primero que no sabía lo
que iba a ocurrir al acabar cada capítulo y la terminó en una semana.
Yo, por desgracia, he dedicado más
de una semana a ‘Bebop Café’ (digo por desgracia porque implica que me resulta
(a mí y a miles de escritores) imposible vivir de la escritura y sólo he podido
escribir cuando el trabajo y los quehaceres me lo han permitido, esto es,
alguna noche entre semana y algún domingo por la tarde). El primer borrador
estuvo terminado en menos de un año (entre seis y ocho meses), pero de haber
podido disponer libremente de mi tiempo la novela hubiera estado terminada en
apenas veinte días, pues hubiera sido escrita febrilmente en tandas de días
completos. Y, del mismo modo que Mendoza puso en circulación por un lado
(Savolta) y aparcó temporalmente por otro (prodigios) el anarquismo y los
conflictos laborales de finales del siglo XIX y comienzos del XX para dar vida
a uno de los personajes más carismáticos de las letras hispanas, yo mandé a
concurso casi quinientas páginas sobre explotación laboral, familias desestructuradas,
relaciones tóxicas y alcohol, fruto de más de dos años de escritura, que ahora
guardo en el cajón a la espera de la siguiente convocatoria y que de vez en
cuando releo y sigo puliendo hasta dar con su forma definitiva (mencionar que
el concurso elegido fue el Ateneo de Sevilla y lo ganó otro de mis maestros:
Montero Glez.). Una obra muy personal y eminentemente dramática que, aunque
sigo probando fortuna en otros certámenes, creo que debe reposar un par de años
antes de ver la luz, pues cuando tenía frente a mí el esquema de la que iba a
ser su secuela me di cuenta de que aún no estaba preparado, de que no podía
embarcarme en una segunda parte hasta que la primera estuviese perfectamente
definida. Fue entonces cuando rescaté un relato corto que comencé un par de
años atrás y vi sus posibilidades como novela. Decidí que de miserias vamos
bien servidos (y en mi primer libro, ‘Sin anestesia’, ya brindé unas cuantas) y
que era momento de reírme y disfrutar, y de hacer reír y disfrutar al lector. Y
el resultado es ‘Bebop Café’, una novela donde los personajes no dejan de
airear sus trapos sucios (lo siento, es mi mundo, no sé escribir de otra
forma), pero donde priman la intriga y el humor, y con la que he tratado de
dejar en segundo plano la denuncia social y el expositor de conflictos (que los
hay) para que al final quede el recuerdo de una lectura placentera, que hizo
reír, que hizo soñar, que sorprendió a propios y extraños con su final y que
tal vez apetezca releer de tanto en cuando.
Por otro lado, si Mendoza fue mi
primer referente, de un tiempo a esta parte mi Maestro es Charles ‘El jefe de
todo esto’ Bukowski. El jefe hizo lo contrario que Mendoza, y dejó para el
final su ‘obra divertimento’. Tras cinco novelas autobiográficas e infinidad de
relatos, artículos, ensayos, diarios y poemas, se dio el capricho de parodiar
(y homenajear) el género pulp con su novela así titulada: ‘Pulp’. Y que, como
‘El misterio de la cripta embrujada’, desbordó los límites del género menor en
el que parecía encuadrarse para convertirse en una verdadera genialidad y obra
de culto. Algo de parodia tiene también ‘Bebop Café’, con una vertiente
metaliteraria (homenaje en este caso a otro de mis maestros, Paul Auster),
donde coloco una novela dentro de la novela y, antes de que ambas se fundan en
un laberinto onírico del que el protagonista trata de escapar, utilizo la voz
de dicho personaje para protestar sobre ciertos usos y costumbres del mundo
editorial. Pero si en el primer caso he seguido el camino trazado por Mendoza
para crear mi novela, en el segundo he hecho todo lo contrario (pa chulo yo,
que dicen en mi pueblo) y en lugar de esperar una consagración que puede no
llegar nunca, me marco el divertimento al comienzo de mi carrera, y una cosa
hecha.
A partir del 27 de octubre podréis
decirme si acerté o no.