lunes, 19 de septiembre de 2016

BEBOP CAFÉ O LA CRIPTA PULP.

            Comenté hace unos día que, salvando las distancias, probablemente ‘El misterio de la cripta embrujada’ (Eduardo Mendoza) sea la referencia más directa que tomé para crear ‘Bebop Café’. Es el primer autor que me llamó la atención y he leído y releído absolutamente todo lo que ha publicado (‘Sin noticias de Gurb’, en concreto, lo he leído alrededor de treinta veces), por lo que al decidir escribir una novela que combinara intriga y humor fue inevitable tener muy presente toda la saga del detective al que muchos llaman Ceferino, aunque Mendoza jamás le ha puesto nombre. Pero, además de esa coincidencia de estilo o género, existe otra similitud entre ‘Bebop Café’ y ‘El misterio de la cripta embrujada’, y es que, contrariamente a lo que vengo diciendo, ‘Bebop Café’ no es mi primera novela. Es la primera que publico, pero la segunda que escribo.
            ‘El misterio de la cripta embrujada’ surge como reacción a ‘La verdad sobre el caso Savolta’. Tras culminar su primera novela Mendoza comenzó ‘La ciudad de los prodigios’, una obra que, sin ser secuela, era casi una continuación natural de la primera, quizá menos marcada por el género policíaco, pero en la misma línea documental y dramática, y de similar extensión. A los pocos días guardó en un cajón el borrador de esta ciudad de los prodigios y comenzó a escribir la cripta. Lo hizo para reír, casi como una terapia, y sin guión alguno. El autor era el primero que no sabía lo que iba a ocurrir al acabar cada capítulo y la terminó en una semana.
            Yo, por desgracia, he dedicado más de una semana a ‘Bebop Café’ (digo por desgracia porque implica que me resulta (a mí y a miles de escritores) imposible vivir de la escritura y sólo he podido escribir cuando el trabajo y los quehaceres me lo han permitido, esto es, alguna noche entre semana y algún domingo por la tarde). El primer borrador estuvo terminado en menos de un año (entre seis y ocho meses), pero de haber podido disponer libremente de mi tiempo la novela hubiera estado terminada en apenas veinte días, pues hubiera sido escrita febrilmente en tandas de días completos. Y, del mismo modo que Mendoza puso en circulación por un lado (Savolta) y aparcó temporalmente por otro (prodigios) el anarquismo y los conflictos laborales de finales del siglo XIX y comienzos del XX para dar vida a uno de los personajes más carismáticos de las letras hispanas, yo mandé a concurso casi quinientas páginas sobre explotación laboral, familias desestructuradas, relaciones tóxicas y alcohol, fruto de más de dos años de escritura, que ahora guardo en el cajón a la espera de la siguiente convocatoria y que de vez en cuando releo y sigo puliendo hasta dar con su forma definitiva (mencionar que el concurso elegido fue el Ateneo de Sevilla y lo ganó otro de mis maestros: Montero Glez.). Una obra muy personal y eminentemente dramática que, aunque sigo probando fortuna en otros certámenes, creo que debe reposar un par de años antes de ver la luz, pues cuando tenía frente a mí el esquema de la que iba a ser su secuela me di cuenta de que aún no estaba preparado, de que no podía embarcarme en una segunda parte hasta que la primera estuviese perfectamente definida. Fue entonces cuando rescaté un relato corto que comencé un par de años atrás y vi sus posibilidades como novela. Decidí que de miserias vamos bien servidos (y en mi primer libro, ‘Sin anestesia’, ya brindé unas cuantas) y que era momento de reírme y disfrutar, y de hacer reír y disfrutar al lector. Y el resultado es ‘Bebop Café’, una novela donde los personajes no dejan de airear sus trapos sucios (lo siento, es mi mundo, no sé escribir de otra forma), pero donde priman la intriga y el humor, y con la que he tratado de dejar en segundo plano la denuncia social y el expositor de conflictos (que los hay) para que al final quede el recuerdo de una lectura placentera, que hizo reír, que hizo soñar, que sorprendió a propios y extraños con su final y que tal vez apetezca releer de tanto en cuando.
            Por otro lado, si Mendoza fue mi primer referente, de un tiempo a esta parte mi Maestro es Charles ‘El jefe de todo esto’ Bukowski. El jefe hizo lo contrario que Mendoza, y dejó para el final su ‘obra divertimento’. Tras cinco novelas autobiográficas e infinidad de relatos, artículos, ensayos, diarios y poemas, se dio el capricho de parodiar (y homenajear) el género pulp con su novela así titulada: ‘Pulp’. Y que, como ‘El misterio de la cripta embrujada’, desbordó los límites del género menor en el que parecía encuadrarse para convertirse en una verdadera genialidad y obra de culto. Algo de parodia tiene también ‘Bebop Café’, con una vertiente metaliteraria (homenaje en este caso a otro de mis maestros, Paul Auster), donde coloco una novela dentro de la novela y, antes de que ambas se fundan en un laberinto onírico del que el protagonista trata de escapar, utilizo la voz de dicho personaje para protestar sobre ciertos usos y costumbres del mundo editorial. Pero si en el primer caso he seguido el camino trazado por Mendoza para crear mi novela, en el segundo he hecho todo lo contrario (pa chulo yo, que dicen en mi pueblo) y en lugar de esperar una consagración que puede no llegar nunca, me marco el divertimento al comienzo de mi carrera, y una cosa hecha.

            A partir del 27 de octubre podréis decirme si acerté o no.

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