¿Acaso
os lo he pedido alguna vez?
No
necesito banderas, no entiendo las fronteras
no
quiero seguir tradiciones y costumbres
cuya
extinción haría más soportables los días
no
quiero aprender vuestros himnos
no
quiero repetir vuestros salmos.
Mi
casa está cerrada al odio
y
mis ojos y mis pasos quiebran ante
vuestras
sentencias, ya que todo
sabéis
y juzgáis.
Busco
el silencio,
busco
un vacío que envuelva
el
rumor de las terrazas,
el
murmullo de las barras, de los televisores
sabed
que
aquello que escupís en la pantalla
la
foto del arroz con bogavante
los
gintonics en macetas de cristal
se
deshace frente al gesto que ilumina
la
miseria vertida en el hermano
el
agua estancada en los ojos de sus hijos
mientras
posáis firmes ante cánticos heredados
que
celebran la casualidad de los alumbramientos.
Por
eso camino con auriculares
mirando
al suelo.
No
entro en un juego
cuyas
reglas conozco
mejor
que vosotros.
Ni
siquiera sabéis
que
yo escribí la mayoría.
Sí,
he sido el peor
he
odiado como no podéis imaginar
y
me he precipitado por laderas
en
cuyas rocas se desangrarían
todos
y cada uno de vuestros ideales
si
no estuvieran ya vacíos.
Así
que no me deis lecciones
y
dejadme en mi retiro de ficción
donde
todo es más real.
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